viernes, 17 de agosto de 2012

Lo importante no es introducir nuevas tecnologías por sí mismas, sino nuevas metodología  que permitan al maestro librarse de brindar información, o realizar tareas administrativas, para permitirle reforzar la enseñanza personalizada y el trabajo en equipo.
            La construcción de las identidades y la construcción de la inteligencia son procesos muy exigentes en términos de trabajo subjetivo. La base del éxito es la motivación  y la adecuación de la propuesta de aprendizaje a las posibilidades del desarrollo cognitivo.
            El cambio ofrece a la escuela un nuevo desafío pedagógico, que consiste en promover conductas donde el equipo y no el individuo aislado sea el factor de éxito  y donde el triunfo no signifique eliminar a los otros.
            Como  síntesis de lo desarrollado en estos últimos párrafos, podríamos decir, que la propuesta de una acción educativa ligada al respeto a la diversidad, tanto personal como colectiva, implica una organización institucional que refuerce la posibilidad  de funcionamiento autónomo de los establecimientos educativos. Esto supone, pasar de una lógica basada en las pautas de funcionamiento de un sistema a una lógica basada en las pautas de funcionamiento de una institución. Lo que debe quedar muy claro, es que no se trata de abandonar toda idea de sistema, sino, al contrario, de permitir que lo que ha legitimado su aparición, esto es, el fortalecimiento de la cohesión y de la integración, pueda lograrse en forma activa.
            Podría suceder que el modelo inverso, basado en un  conjunto desarticulado de instituciones libradas a su propia lógica de funcionamiento, conduce a la atomización, al refuerzo de la segmentación y a la fragmentación social por la vía de la fragmentación educativa. Tedesco explica que:
            “Detrás de la idea de organizar la acción educativa en función de un sistema, coexisten dos posibilidades potencialmente contradictorias: desde la perspectiva conservadora, la idea de la integración, la homogeneización, la incorporación de todos a un sistema jerarquizado de posiciones sociales y a los valores ligados a la aceptación  de dicho sistema, desde la perspectiva democrática, el sistema garantiza la equidad, la igualdad en términos de la utilización del principal mecanismo de incorporación y ascenso social”.[23]
            La articulación y construcción de un sentido cívico de responsabilidad y justicia colectiva deberá ser puesta en marcha, sin dejar de ser discutida y negociada de forma permanente. El diseño institucional  de la acción educativa (y las dimensiones que lo conforman), debe afrontar este desafío, y no permitir que la adecuación a las diferencias se convierta en adecuación a la desigualdad y se rompa la cohesión social mínima  indispensable para la existencia de una vida en común.
            “...La compensación de diferencias está en el centro de una estrategia educativa basada en el principio de justicia. Pero esa compensación de diferencias entraña un papel activo de la política, del estado y, en consecuencia, de los mecanismos de consenso”.[24]
            Pero ¿Cuál es el momento oportuno y cuáles son los pre-requisitos que deben existir para que  la decisión de otorgar autonomía no sea un salto al vacío?
            El punto central de toda autonomía pedagógica es el que se refiere al personal, ya que la autonomía institucional  implica autonomía profesional.
            Esta nueva perspectiva alienta la conformación en el sistema de un nuevo perfil docente, ya no se espera de él que se limite a poner en práctica un diseño elaborado por otros, mas bien se lo invita a participar.
            Para la elaboración del Proyecto Educativo Institucional, es preciso que se produzca cierta  “convivencia” entre los miembros, cierta capacidad de entenderse en torno a un proyecto común. En este contexto, el proyecto puede ser movilizado en función de las iniciativas de cada uno de los participantes y usuarios, y no solo de la cúpula, de su propietario o de su conductor. Se convierte así en una alternativa de propuesta educativa con una lógica democrática. Esta democratización se refiere al funcionamiento interno, a los mecanismos de comunicación y de intercambio. Contrariamente a este modelo, en el esquema organizativo de la escuela tradicional, el trabajo docente se definía por su aislamiento. Este tipo de organización del trabajo escolar no estimula la discusión ni la co-responsabilidad en los resultados y obliga al docente a afrontar  la solución de los problemas que plantea su actividad en forma “privada”. Las reformas en el estilo de gestión  tendientes a estimular la definición de perfiles institucionales y proyectos por establecimiento constituyen la base administrativa para promover el trabajo en equipo de los docentes.
            Además del trabajo individual aislado, la cultura profesional del docente se caracteriza por un fuerte escepticismo frente a las innovaciones, particularmente las innovaciones que suponen compartir autoridad y responsabilidad. Pero en toda innovación educativa, una de las condiciones del éxito es, el compromiso y la participación activa de los docentes. Romper el inmovilismo de los sistemas educativos del sector público de la educación, constituye otro de los desafíos importantes de una política educativa democrática. Esta alternativa no debe dejar de apoyarse en los saberes del docente. A lo largo de su formación, es él el que se va apropiando de saberes, es decir, de un conjunto de informaciones provenientes del campo científico y pedagógico y de estrategias que le permiten comprender e interpretar los problemas de la práctica educativa y el diseño desarrollo y evaluación de modos de intervención adecuados a las condiciones del contexto.
            “Esto saberes pueden abordarse desde tres dimensiones de análisis: tipos, componentes y modo de apropiación del saber.
            ”La primera experiencia profesional que tienen los docentes es su propia vivencia como alumnos antes de ser docentes, sus trayectorias de aprendizaje que configuran lo que Ana Quiroga (1991) ha denominado ‘matrices de aprendizaje’”.
            ”El segundo momento de socialización profesional es la fase de formación inicial, en donde las prácticas en escuelas desempeñan un papel fundamental.
            El tercer momento, y el mas decisivo según el autor, es el de inserción profesional en el contexto real. Dice Gimeno Sacristán (1992 ): ‘...LA SOCIALIZACIÓN O RESOCIALIZACÓN DURANTE LA FORMACIÓN SI HA EXISTIDO, ES DÉBIL FRENTE A LA FUERZA Y CONSTANCIA DEL EJERCICIO PERSISTENTE DE LA ACTIVIDAD PROFESIONAL’. Agrega: ‘es el concepto progresivo con la práctica lo que realmente impregna al profesor del saber práctico profesional efectivo en la acción’.”[25]
            Toda innovación educativa  real, debe reconocer estos saberes, generar espacios institucionales  para abordarlos y problematizarlos. Brindar diferentes alternativas de formación en servicio que permita abordar los esquemas prácticos de acción y los esquemas teóricos que constituyen los saberes del docente. En palabras de Jimeno Sacristan:
            “El profesor posee muchas teorías inconexas, desarticuladas, inestables, compuestas por elementos incoherentes y hasta contradictorios entre sí, acrisoladas en el curso de su experiencia como alumno, como aprendiz de profesor, como profesor y como miembro de una cultura. Ese bagaje de teorías implícitas o creencias pedagógicas es el componente real de la racionalidad pedagógica, de lo que el docente dispone en su práctica”[26]
            Podemos diferenciar tres tipos de saberes:
            “El saber  sustantivo se refiere al conocimiento de las disciplinas o áreas curriculares, de la estructura epistemológica, tanto en lo sustantivo como en lo sintáctico, de su significación  educativa  y de su dimensión  social  e histórica.
            El saber pedagógico es el que posibilita  que el docente intervenga para facilitar la reconstrucción  del conocimiento científico en el alumno, incluye el conocimiento sobre el currículum, los alumnos y sus características, los problemas de la actividad profesional, etc.
            El saber  contextual es el saber acerca de la institución educativa, el sistema educativo, sus leyes y normas que enmarcan la tarea docente, las dimensiones filosóficas, sociales e históricas de la educación, etc.”[27]
            El eje del  saber pedagógico está constituído por la transposición didáctica, es un proceso de transformación adaptativa por el cual el conocimiento erudito se constituye en conocimiento a enseñar y éste, en conocimiento enseñado (Chevallard, 1.980).
            Con relación a este tema, la autora advierte sobre algunos riesgos:
            “La transposición didáctica da cuenta de las adaptaciones sucesivas del contenido, pero también  del progresivo distanciamiento entre el conocimiento científico y el académico. En ese distanciamiento pueden deslizarse diferentes riesgos: la deformación o sustitución patológica del objeto de conocimiento, el ocultamiento, al considerar al conocimiento escolar como si fuera el erudito y el envejecimiento y desgaste biológico (en relación con el desarrollo del conocimiento científico) y el moral (en relación con el conocimiento socialmente significativo) Frigerio 1.992.”[28]
            La transposición didáctica supone, ineludiblemente  una selección de contenidos a enseñar. Por contenido se entiende “todos los aprendizajes de los alumnos en la escuela”. Incluye informaciones, pero también los procesos de pensamientos u operaciones mentales para el manejo y uso de la información, las actitudes y los valores, comprende los contenidos explícitos y también los implícitos, frutos del curriculum oculto.

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